Pilares de la música procesional: Réquiem

Retomamos la sección artículos de opinión con una reseña a la música procesional, en concreto a la marcha Réquiem, original de Bienvenido Puelles Oliver para la Banda de Nuestra Señora de la Victoria “Las Cigarreras” de Sevilla.

No cabe duda, Réquiem se ha convertido por derecho propio en el himno musical para el Santísimo Cristo del Calvario, junto a Virgen del Calvario (1.999), de Manuel Aguilar para nuestra titular mariana y el cántico litúrgico “Un Mandamiento Nuevo”, lema de la Cofradía del Calvario.

Réquiem se incorporó al repertorio de la Banda de Romanos del Cristo del Calvario en el año 1.996, convirtiéndose en la pieza más interpretada desde entonces. Estrenada aquel año durante la Misa de Cofradías, sus acordes también se pudieron escuchar como preludio al recordado Pregón de la Semana Santa de 1997, a cargo de Pepe Montes. A partir del año 2005 la salida de la ermita del Cristo del Calvario en la noche del Miércoles Santo está acompañada por el desarrollo fúnebre de esta obra.

Es una versión que se acopla a nuestra instrumentación a dos voces, pero siendo fiel al desarrollo original de la misma. Fue objeto de una revisión en 2010, para ganar en profundidad vocal y matización.

A continuación publicamos un artículo extraído de la web cofrade www.elatrildeclavesol.blogspot.com, realizado por Mateo Olaya Marín, donde se adentra en los aspectos estéticos de la marcha y su contribución a la  historia de la música procesional para cornetas y tambores:
El 14 de septiembre de 1986. En aquella fecha se puso uno de los mayores pilares, quizás junto con alguna genialidad de Escámez y otras de González Ríos, es una de las cuatro patas que sostienen la mesa. Ese día se estrenó “Réquiem”, marcha fúnebre para cornetas y tambores dedicada a Juan Vizcaya, capataz de San Gonzalo, de la que su autor, Bienvenido Puelles Oliver, es hermano y llegó a ocupar el puesto de Hermano Mayor.

Puelles Oliver es de la vieja guardia de Cigarreras. Probablemente sea uno de sus mentores estilísticos. Acuñó maneras, marchas y por ende caminos de composición. Su sombra en la banda era alargada, tanto que bajo ella se criaron musicalmente Pacheco o González Ríos entre otros.

Entonces nadie tenía que pedir perdón por escribir una marcha fúnebre en el estilo de cornetas. Nadie recriminaba nada a nadie. Los corsés no existían, sobraba mucha libertad y faltaba camisas de fuerza. Había más cordura y respeto ante el papel pautado. No son loas a cualquier tiempo pasado, sino evidencias incontestables frente a muchas marchas actuales más cercas de la ficción, que de la realidad; más cerca de las estrellas, que de los plomos que amarran los pies al suelo.

“Réquiem” amasó con el tiempo un arquetipo de marcha para cornetas. Estructura binaria, y tonalidad en fa menor son dos características propias de la composición. Su autor opta por exponer un tema primero en piano y posteriormente en fuerte, con textura más sencilla, homofónica. La perfecta simetría de la obra proviene de la rigidez formal, y emplea un recurso que concede unidad temática, como es el uso de material temático inicial para concluir.

La universalidad de la marcha, ha llevado a su adaptación a otras formaciones. El caso más afortunado fue la versión para orquesta de cuerda, con aportes de cornetas, en aquel memorable proyecto de “Paso de Cristo”. Orquestas de cámara, bandas de música y agrupaciones musicales, han ejecutado estos compases eternos que escribieron el principio de la gran legado de Cigarreras.

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