Ermita del Calvario

La Ermita del Calvario estaba situada a medio kilómetro de la localidad en dirección noroeste, sin que se tuviera conocimiento exacto de la fecha de su bendición y consagración.

En cuanto a las condiciones de su fábrica tampoco aportaba ningún dato sobre la fecha en que fue levantada, teniendo de superficie 10’90 metros de largo por 3’50 de ancho. Era de una nave y con una sola puerta de entrada siendo su pavimento de ladrillo, siendo preciso en aquella fecha proceder a la reparación de la fachada, y no tenía campanario ni reloj.

Disponía de un altar dedicado al Cristo del Calvario con ara consagrada y no era de patronato ni privilegiado, donde recibía culto la citada imagen de madera que no tenía reliquias, y a sus lados las de San Juan y la Magdalena ambas para vestir. La ermita carecía de ornamentos por lo que se llevaban los de la parroquia, sin que señalara expresamente las celebraciones religiosas que allí tenían lugar.

En cuanto a los objetos de culto destacan un vía crucis y cuatro cuadros de lienzo en muy mal estado de Santa Teresa, San Rafael, el Ángel de la Guarda y la Samaritana. Una mesa de madera en la sacristía, unas andas de San Juan, cuatro candelabros, un crucifijo, una campanilla, y una lámpara, dos sacras muy deterioradas, un atril de madera, cinco pares de floreros, dos pares de macetas y quince faroles que estaban necesitados de arreglo.

El mal estado que presentaba su fábrica en 1922, obligó a realizar algunas obras de reparación y arreglo del Vía Crucis, como nos hace saber el siguiente testimonio que fue remitido a la autoridad diocesana por el cura ecónomo don Francisco Marín Muñoz de 13 de febrero de ese año.

Ermita en la actualidad

Al día siguiente se otorgó desde Córdoba la correspondiente licencia, pero condicionada a que el importe de las obras fuera abonado de forma íntegra con limosnas de los fieles, y que fuera remitida una cuenta justificada de las mismas para su examen y posterior aprobación.
Los gastos totales ascendieron a 2.088 pesetas y 85 céntimos, recogiéndose por limosnas 1.701 pesetas con 40 céntimos, y el resto de la cantidad que era 387 pesetas restantes y 45 céntimos fueron donativos particulares de Francisco Campos Navas y Rafael Sotomayor Vargas. Una vez que se remitieron las facturas de los trabajos realizados, fueron aprobadas el 31 de julio de 1922.

Entre la documentación a la que hemos tenido acceso en el Archivo General del Obispado de Córdoba, existe un testimonio que nos ha llamado la atención por la importante información que nos aporta. Se trata de una carta fechada el 1 de febrero de 1924, y que fue remitida por don Juan Navas Barba a don Miguel Blanco, que era el secretario del obispado, sobre obras realizadas en la sacristía de la parroquia y la forma de abonarlas. Entre otras cuestiones planteaba la conveniencia de adquirir una nueva imagen de San Juan Evangelista, pues la que existía en la ermita estaba muy deteriorada, indicando la forma en que podía sufragarse.

Creo que este puede ser el origen de la actual imagen que con esta advocación recibe culto en Doña Mencía por la cofradía de ese mismo título, pues la que existía en la iglesia parroquial fue trasladada a esta ermita en 1863 y no puede ser la actual que es de madera policromada, pues Montañez Lama describe a la primera como de vestir con «una túnica de seda verde, con galón de oro y capa encarnada». César Sánchez Romero apoya esta tesis, pues señala que la actual imagen de San Juan Evangelista fue adquirida sobre el año 1924 por doña María Jesús Jiménez Vargas.

SAN PEDRO MARTIR DE VERONA PATRON DE DOÑA MENCIA Córdoba 2005 pp. 281-284
Antonio Cantero Muñoz

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